Toth

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La Sabiduría no es Conocimiento; sino saber aplicar correctamente el Conocimiento

NOTA DEL EDITOR

SI ESTÁN LEYENDO ESTAS PALABRAS DE BIENVENIDA SIGNIFICA QUE ENTRARON A MI BLOG. EN ÉSTE INTENTO DE REVISTA CULTURAL SE PUBLICARÁN CON FRECUENCIA UNA GRAN DIVERSIDAD DE ARTÍCULOS. NOS INTERESAN LAS OPINIONES DE LOS VIAJEROS QUE SE DETIENEN EN ESTE OASIS PARA REFRESCARSE EN LA SABIDURÍA DE SUS AGUAS.

29 de diciembre de 2009

UN AÑO PRÓSPERO


EL AÑO 2009 LO QUISE FINALIZAR JUNTO A USTEDES Y POR ESO DECIDÍ CREAR ESTE ESPACIO; ESPERO QUE SEA DEL AGRADO DE TODOS USTEDES.

LES DESEO PROSPERIDAD Y QUE JUNTOS SIGAMOS CUMPLIENDO NUESTROS SUEÑOS. HAGAMOS DEL AÑO 2010 UNA MAREJADA DE BUENOS AUGURIOS PARA QUE LA FELICIDAD, EL AMOR, Y LA PAZ INTERIOR DOMINE EN NUESTRAS ALMAS.

FELIZ AÑO 2010
PROSPERIDAD Y ARMONÍA

ES EL DESEO DE QUIENES HACEMOS
"EL OASIS DE TOTH" Y "EL REINO DE NIGROMANTE"

MAS DETALLES SOBRE LA FUGA DE ELAL

LOS PLANES DE NÓSHTEX

Sentado en la entrada de su cueva, Nóshtex meditaba los terribles proyectos que bullían en su cabeza. Hacia el anochecer llegó Máip, uno de los tres Malos Espíritus, arrastrándose entre los matorrales y sopló su aliento helado sobre un pajarillo posado en una rama. El ave cayó muerta y el gigante, al ver eso, resolvió que se desharía de Teo. Antes de morir el ave puso un huevo y el gigante se dio cuenta de que aun cuando la nube muriese, bien podría quedar vivo su hijo. Ya a la luz de la Luna, pasó un zorro y al ver al pajarillo muerto se lo comió de un bocado; husmeando entre los pastizales encontró el huevo y se lo engulló también. El gigante, ante esta señal, ya sabía qué hacer: mataría a la Nube Teo y devoraría a su propio hijo para terminar con la promesa de Kóoch.

Cuando finalmente el gigante Nóshtex terminó con la vida de Teo, calculó que estaba próxima la hora del amanecer; y temiendo que pudiera ser encontrada corrió hacia la entrada de la gruta y arrojó a Teo a los confines del firmamento pero la sangre salpicó a los mellizos, frutos del Sol y la Luna, tiñendo de un rojo intenso el Amanecer y el Ocaso.
Cuando descubrió que su hijo había desaparecido cavó con sus manos las galerías subterráneas de su caverna. En vano el monstruo gritó sacudiendo la tierra, sólo logró que se le gastaran las manos y los brazos.
Elal estaba a salvo bajo la protección de Terr-Werr. Según los relatos de los ancianos venerables de las tolderías Tehuelches, en la Isla Legendaria la magia prosperaba sin límites. De ahí que un roedor llamado Terr-Werr pudo salvarle la vida a Elal y hoy ese ratón es más conocido por su apodo de Tuco tuco.
A partir de aquel entonces, Terr-Werr se convirtió en algo así como la "abuela" del niño. En él volcaba su cariño y atención, ya que desde hacía tiempo nadie vivía con ella. Terr-Werr no tardó en darse cuenta de que aquel no era un niño común. A los dos meses de vida ya sabía comer solo y al año, conversaba fluidamente con la "abuela". Elal crecía con rapidez y a Terr-Werr se le hacía más difícil mantener al niño en la cueva. Tenía que sacarlo de ahí sin que el gigante supiera de su existencia.

LA OSCURIDAD VIENE EN AYUDA DEL GIGANTE

Dos años habían pasado desde que Elal salvó su vida. La "abuela" notaba cómo se convertía en un fuerte hombrecito que poseía cualidades fuera de lo común: era un ser mágico. A los tres años, Elal salió de la cueva y se encontró con el gigante Nóshtex quien hizo el intento de atraparlo, pero Elal era más rápido y escurridizo que su padre. Nóshtex bramaba su desgracia en lo más profundo de su caverna. Tanto gritó el gigante que toda la isla tembló.
Tons, la Oscuridad, escuchó los gritos de su hijo y esa misma noche se acercó a la cueva del monstruo. Estaban dispuestos a impedir que se cumpliera la promesa del todopoderoso Kóoch. Envueltos en un manto de frío se reunieron los seres malvados de la isla. Estaban Tons, Kélenken y Máip, los Malos Espíritus gemelos y su hermano Axshem; tampoco faltaban Nóshtex y Gosye, los gigantes terribles. Tons, la madre de todos, distribuyó tareas específicas a cada uno de sus hijos. Kélenken y Máip, como hijos preferidos de la Oscuridad, deberían actuar siempre juntos, uno prepararía el camino para la acción dañina del otro; en tanto que Axshem actuaría solitario, desligado por completo de la acción de sus hermanos gemelos, y Gosye perseguiría sin descanso a Elal.
Terr-Werr se enteró de la conspiración, oyendo desde sus galerías las frías palabras de la Oscuridad. Alarmada, decidió llevarse al chico lejos de ahí. Al amanecer, Tons se alejó presurosa de la isla dejando a sus hijos para que se deshicieran del niño-dios.

AQUELLA MEMORABLE REUNIÓN

Mientras Elal dormía, su "abuela" no dejaba de imaginar como lograría eludir los peligros que acechaban a su nieto. Calmando la ansiedad, y a escondidas del gigante, se acercó a la entrada de la cueva y desde ahí clamó al Viento por ayuda. Tuc-tuc... tuc-tuc... tuc-tuc...
Presuroso y de un soplido, Xóshem acudió a la presencia del Tuco tuco. Enterado de los planes de la Oscuridad, el Viento le sugirió que reuniera a los habitantes de la isla a fin de que entre todos hallaran una solución para salvar al niño. Se alejó prometiendo avisar al Chingolo, de modo que juntos pudieran organizar la partida de Elal.
Kíken, el Chingolo, fue el primer colaborador que tuvo el Tuco tuco cuando inició las consultas con los demás animalitos y fieras de la isla. Mientras se dirigía a la laguna, Terr-Werr le pidió al Chingolo que llamara sigilosamente al cisne. El sencillo Kíken cumplió eficazmente su misión, con gran alegría de la "abuela" del niño.
En la laguna, Terr-Werr debatió con sus amigos los pasos a seguir para salvar a Elal. Mucho se habló sobre la mejor manera de esconder a Elal, pero ninguno de los presentes ofreció una solución. El debate se interrumpió con la llegada de Kíus, el Chorlo, proponiendo algo. Sugirió a los asistentes de la asamblea que Elal debía ser llevado a una lejana tierra "cubierta de hielo y nieve". El Chorlo era la única ave que conocía la existencia de aquella tierra. Todos los presentes se alteraron ante la ocurrencia de dejar abandonado al niño en una tierra desconocida y lejana. Surgió entonces la idea de acompañarlo.
En aquella memorable reunión, Goin, el Puma, fue una de las fieras que rehusó colaborar en la preparación de la fuga de Elal, actitud que imitaron los gatos, por esa razón estos animales fueron considerados enemigos de todos los seres. Aunque no colaboraron, tampoco entorpecieron la huida.
Terr-Werr dispuso que los animales que quisieran ir con el niño debían estar junto a la laguna a la mañana siguiente; no había tiempo que perder. El Tuco tuco envió a cuatro mensajeros a buscar a las aves que realizarían el vuelo con el pequeño Elal.

PRIMER MENSAJERO:
WÉKESHKA, EL ZORRINO

El Zorrino fue uno de los elegidos por Terr-Werr, quien lo despachó en procura del Cauquén, al cual debía informarle que el niño mágico ya estaba listo para emprender el viaje y alejarse de la isla.
Alegre partió el Zorrino, y un gigante, molesto de verlo tan contento lo detuvo para preguntarle los motivos de tanta alegría. Wékeshka, como se llamaba el Zorrino, asustado, tras algunas vacilaciones, sintió miedo al cerrarse la noche y confesó los motivos de su contento y la misión que la "abuela" de Elal le había encomendado.
Mientras contaba los pormenores de la fuga fue oído por la Lechuza, que acababa de retirarse de la asamblea, disgustada con el Tuco tuco por no haberla elegido para llevar al niño divino a su nuevo hogar. Como Amen, la Lechuza, tenía el privilegio de ver en la oscuridad, distinguió al Zorrino temblando de miedo y contándole todo al gigante. Amen voló de regreso a la asamblea y comunicó a todos los reunidos de la traición de Wékeshka. La indignación fue unánime y la condenación terminante. Apenas Elal se enteró del episodio, el pequeño y hermoso Zorrino fue rodeado de ese insoportable olor que delata su presencia a grandes distancias. Desde aquel triste episodio todos huyen de él, y por esa causa no tiene un solo amigo.
Arrepentido de su falta, Wékeshka trata de saldar su deuda y por ello, a pesar de su insignificante tamaño, es el único animal que enfrenta al hombre y lo ataca tratando de hacerle llegar su nauseabunda rociada, convencido de que vuelve a encontrarse con un gigante que le intercepta el paso hacia el Cauquén.

SEGUNDO MENSAJERO:
MEXEUSH y PÁTENK (EL CHOIQUE y EL ZORRO)

En aquellos momentos cruciales para la vida de Elal, otra ave fue designada para remontar el vuelo junto al legendario héroe: Mexeush, el Choique o Ñandú. Para ubicarlo fue enviado Pátenk, el Zorro. Por entonces, Mexeush podía volar al igual que el Cóndor y las demás aves. Con alas grandes y poderosas surcaba el cielo con gran belleza. Sin embargo, perdió ese privilegio porque en vez de remontar vuelo cuando el Zorro le avisó que lo aguardaban en la orilla de la laguna, el Choique decidió ir utilizando sus piernas en vez de sus alas porque le tenía miedo a uno de los gigantes que lo observaba.
Elal, molesto, al enterarse de los motivos de su tardanza, le quitó para siempre el privilegio de volar. Era este el castigo impuesto al Choique, por haberse negado a volar cuando la seguridad del héroe lo exigía.
A su vez, el Zorro, que sorteó obstáculos para llevar el mensaje al ave, enterado del fracaso de su misión, se convirtió en el más grande enemigo de Mexeush, el Nandú. De esta manera, el Choique debió cambiar la seguridad del vuelo por la velocidad en la carrera, la resistencia a la fatiga y la habilidad para eludir al enemigo que lo persigue. Desde aquel episodio, el Zorro y el Nandú son enemigos irreconciliables.

TERCER MENSAJERO:
KÁPENK-OCH, EL PECHO COLORADO

La mañana de la partida, Terr-Werr le encomendó a Kápenk-och, que distrajera con su canto a un gigante, mientras el niño aguardaba el momento de partir. El monstruo ordenó callar a la tímida avecilla, pero esta siguió cantando tal cual se lo había ordenado el Tuco tuco, hasta que Elal se alejó lo suficiente.
El gigante, molesto por el hermoso canto del ave, le arrojó una espina que fue a hundirse en medio del pecho del pájaro. Su grito de dolor fue oído por Elal y cuando Kápenk-och llegó a la laguna con el pecho ensangrentado, la divina criatura no sólo curó la terrible herida, sino que también hizo que las plumas del pecho, manchadas de sangre, conservaran para siempre su hermoso color que, desde entonces, lo destaca de las demás avecillas; desde esa lejana época Kápenk-och luce orgulloso tan característica insignia y es conocido como “El Pecho Colorado”

CUARTO MENSAJERO:
EL PICHE y EL FLAMENCO

Annon, el Piche, fue el cuarto mensajero enviado por la "abuela" del niño para localizar al ave que faltaba: el Flamenco. Pero el Piche no cumplió con su cometido con la rapidez que se necesitaba. Annon se encontró en el camino con un gigante; creyendo que lo seguía fingió husmear la tierra para despistarlo y ocultándose entre los pastizales eludió a su peligroso observador. Apenas el Piche pudo llegar hasta el Flamenco, este remontó el vuelo de inmediato pero cuando llegó a la laguna, el Cisne ya había ocupado su lugar y Elal estaba ubicado sobre la espalda del ave.
Tanta fue la tristeza que embargó al fiel Flamenco que Elal, compadecido de su pena, hizo que las blancas plumas que hasta entonces lucía el ave, adquirieran los colores del Alba. Aunque tal privilegio no le quitó al Flamenco su pena, pues desde entonces sigue viviendo solitario y enigmático, oculto en las lagunas lejanas.

La partida de Elal, Terr-Werr y los demás colaboradores del héroe, fue exitosa; y así se iniciaban sus aventuras. Al grito del Cisne, la laguna se estremeció despidiendo para siempre a sus queridos moradores.
“¡¡El-Ha!! ¡¡El-Ha!!", gritaba el cisne Kóokne. Tras él, por aire, tierra y mar, varias aves, animales, y peces abandonaban la Isla Legendaria para poner a salvo al semidios, hijo de la nube Teo y el gigante Nóshtex.

28 de diciembre de 2009

KÓOCH, EL CREADOR DE LA PATAGONIA

Según dicen los Tehuelches, hace muchísimo tiempo, tanto que no se puede medir, no existía tierra, ni mar, ni sol... solamente existía la densa y húmeda oscuridad de las tinieblas y en medio de ella vivía, eterno, Kóoch. Nadie sabe porqué un día Kóoch, que siempre se había bastado a sí mismo, se sintió muy solo y se puso a llorar. Lloró tantas lágrimas durante tanto tiempo que contarlas sería imposible.Y con su llanto se formó el Arrok, el Mar Amargo de las tormentas y las desazones; el inmenso océano donde la vista se pierde.
Cuando Kóoch se dió cuenta de que el agua crecía y que estaba a punto de cubrirlo todo, dejó de llorar y suspiró. Y de ese suspiro tan hondo surgió el primer viento, Xóchem, que empezó a soplar constantemente, abriéndose paso entre la niebla y agitando el mar. Algunos dicen que fue así, por los empujones de Xóchem, que la niebla se disipó y apareció la luz, pero otros opinan que fue Kóoch el inventor de la claridad. Cuentan que en medio del océano de sus lágrimas y envuelto en la oscuridad, deseó contemplar el extraño mundo que lo rodeaba. Se alejó un poco a través del negro espacio y, como no podía ver con nitidez, levantó el brazo y con su gesto hizo un enorme tajo en las tinieblas; dicen también que el giro de su mano originó una chispa, y que esa chispa se convirtió en el sol.
Xaleshém, como llaman los Tehuelches al gran astro, se levantó sobre el mar e iluminó ese paisaje magnífico: la inmensa superficie ondulada por el viento, cuyo soplo retorcía cada ola hasta verla deshacerce bajo su tocado de espuma. El calor del sol, al contacto con el mar, formaron las nubes que de allí en mas se pusieron a vagar, incansables, por el cielo, matizando el agua con su sombra, pintándola con grandes manchones oscuros. El alocado Xóchem, el viento, comenzó a perseguir a las nubes; empujándolas a su gusto, a veces muy suavemente, y a veces de forma tan violenta que las hacía chocar entre sí. Y su risa profunda y retumbante dio origen a Katrú, el trueno. Las nubes, cansadas de estos juegos, fulminaron a Xóchem con la mirada y de ese modo nació Lüfke, el relámpago con su brillo amenazante y castigador.
Sin embargo, pronto Kóoch comenzó a aburrirse comprendiendo que su obra aún no estaba terminada; comenzó a elevar parte de la tierra que estaba debajo del mar e hizo surgir del agua una isla muy grande sobre la cual modeló montañas y llanuras. Luego Kóoch se dedicó a su obra maestra colocando allí los animales, los pájaros, los insectos y los peces. Entonces, sus hijos, admirados por la belleza de la Isla, comenzaron a derramar sobre ella todas sus dádivas y se pusieron de acuerdo para hacerla perdurar: el sol iluminaba y calentaba la tierra; las nubes dejaban caer la lluvia bienhechora que llevaban en su vientre, formando ríos y arroyos; el viento rozaba las llanuras y se moderaba para dejar crecer los pastos... Pronto la acción benefactora de ellos comenzó a rendir sus frutos: los ríos y arroyos formaron lagos que se poblaron de peces, sus aguas regaron la tierra donde pronto nacieron las primeras plantas con suculentas hojas que se convirtieron en alimento para los primeros animales.
La vida era dulce en la pacífica isla de Kóoch. El creador, satisfecho, se alejó cruzando el mar; a su paso hizo surgir otra isla cercana y se marchó rumbo al horizonte, de donde nunca mas volvió.


Y así hubieran seguido las cosas en la isla pero Tons, la oscuridad absoluta expulsada por el viento del Universo Primigenio, pugnaba por recuperar la parte del cosmos que le correspondía por haber estado en ella desde siempre. Kóoch ya se había enterado de los planes de Tons. Si bien durante el día la mantenía a raya gracias a la presencia del Sol, durante la noche, la malvada oscuridad hacía de las suyas. Para impedirlo, el Creador dio origen a Keenyenkon, la luna, para que iluminara cuando el sol se alejara del cielo; pero ella se enamoró del rubio astro y no sólo lo acompañó durante algunos de sus viajes por el cielo, sino que muchas veces se perdía con él detrás de los Andes, sumiendo a la Isla en la negrura. Kóoch decidió bendecir esta unión con la llegada de dos mellizos, Wun y Etensher, que fueron los encargados respectivamente de avisar a los habitantes de la Isla la aparición o desaparición de sus padres, pero ni el cielo del amanecer ni el del ocaso tenían color alguno.
La oscuridad, entonces, para lograr su propósito creó un ejército compuesto de seres demoníacos; y así nacieron los gigantes, los hijos de Tons. Un día, uno de ellos, llamado Nóshtex, raptó a la nube Teo y la encerró en su caverna. Sus hermanas buscaron a la desaparecida a lo largo y a lo ancho del cielo pero nadie la había visto. Entonces, furiosas, provocaron una gran tormenta. El agua corrió sin parar desde lo alto de las montañas, arrastrando las rocas, inundando las cuevas de los animalitos, destruyendo los nidos, arrastrando la tierra en una inmensa protesta... Después de tres días y tres noches, Xáleshem quiso saber el motivo de tanto enojo y apareció entre las nubes. Enterado de lo sucedido, esa tarde, al retirarse detrás de la línea donde se junta el cielo con el mar, le contó a Kóoch las novedades, y Kóoch contestó: "Te prometo que, quienquiera que haya raptado a Teo será castigado. Si ella espera un hijo, ése lo superará en belleza y poder a su propio padre, y como si eso fuera poco el futuro hijo será admirado y venerado por todos los seres vivos". A la mañana siguiente, apenas asomado, el sol comunicó la profecía a las nubes agolpadas en el horizonte y éstas, enseguida, se la contaron a Xóchem, el viento, que corrió a la isla y difundió la noticia aquí y allá, anunciándola a quien quisiera oirla. Y el chingolo se lo contó al guanaco, el guanaco al ñandú, el ñandú al zorrino, el zorrino a la liebre, al armadillo, al puma... Despues, Xóchem sopló el mensaje a la puerta de las cavernas de los gigantes, para que no quedara nadie sin enterarse. Así escuchó Nóshtex las palabras de Kóoch, y tuvo miedo de su pequeño enemigo que ya vivía en el vientre de Teo. "Voy a matarlos", pensó,"voy a matarlos y a comérmelos a los dos". Golpeó salvajemente a Teo mientra dormía, arrancó al niño de sus entrañas y, sin mirar a su hijo abandonado en el suelo de la caverna, la despedazó. Pero alguien más, en la cueva, había oído a Xóchem. Era Terr-Werr, una Tuco-Tuco que vivía en su casa subterránea excavada en el fondo de la gruta; dicen que fue ella la que salvó al bebé, la que sigilosamente, en el mismo momento en que el monstruo levantaba a su hijo para devorarlo, le mordió el dedo del pie con todas sus fuerzas, la que escondió al niño debajo de la tierra antes que el gigante pudiera reaccionar... pero el esfuerzo fue insuficiente para salvar a la madre, quien murió desangrada. La sangre derramada por Teo salpicó a los mellizos hijos de la luna y el sol tiñéndolos de todos los tonos de rojo que hoy muestran el Alba y el Ocaso. De allí en más, los amaneceres y los atardeceres patagónicos poseen esos colores tan característicos.
El refugio del pequeño era demasiado precario. Nóshtex cruzaba la caverna haciéndola temblar con sus pasos de gigante, recorría la isla buscando al cachorrito que apenas había visto, a ese hijo que en cuanto creciera iba a traicionarlo. Entonces Terr-Werr pidió ayuda al resto de los animales ¿dónde esconder al bebé? ¿cómo ponerlo a salvo del gigante? Cuentan que todos los animales hicieron una asamblea para discutir el asunto; que Kíus, el chorlo, era el único conocedor de la otra tierra que mas allá del mar había creado Kóoch antes de recluirse en el horizonte, y que propuso enviar allí al niñito. Así comenzaron los preparativos para la fuga secreta. Una madrugada, cuando el hijo de Teo y el gigante estuvo listo para partir, Terr-Werr lo llevó a las inmediaciones de una laguna y lo escondió entre los juncos. Desde allí llamó a Kiken, el chingolo, para que a su vez transmitiera el mensaje: todos los animales fueron convocados para escoltar al niño. Algunos, como el puma, se negaron, otros, como el ñandú y el flamenco, llegaron demasiado tarde. El zorrino iba tan contento al encuentro de la criatura que, al ser interceptado por el gigante, no supo guardar el secreto; por ello fue castigado y desde esos tiempos hasta hoy posee ese olor tan feo. Así enterado, Nóshtex se dirigió a grandes pasos a la laguna pero no llegó a tiempo para ver cómo el cisne se acercó al niño nadando majestuosamente y lo colocó sobre su lomo, ni cómo carreteó luego para levantar vuelo. Sólo alcanzó a distinguir en el cielo un pájaro blanco que, con su largo cuello estirado y las alas desplegadas, volaba decididamente hacia el oeste. Así, en su colchoncito de plumas, se alejaba el protegido de Kóoch hacia la tierra salvadora de la Patagonia.