Toth

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La Sabiduría no es Conocimiento; sino saber aplicar correctamente el Conocimiento

NOTA DEL EDITOR

SI ESTÁN LEYENDO ESTAS PALABRAS DE BIENVENIDA SIGNIFICA QUE ENTRARON A MI BLOG. EN ÉSTE INTENTO DE REVISTA CULTURAL SE PUBLICARÁN CON FRECUENCIA UNA GRAN DIVERSIDAD DE ARTÍCULOS. NOS INTERESAN LAS OPINIONES DE LOS VIAJEROS QUE SE DETIENEN EN ESTE OASIS PARA REFRESCARSE EN LA SABIDURÍA DE SUS AGUAS.

31 de octubre de 2011

LA NOCHE DE HALLOWEEN




Sobre la celebración Halloween se habla muchas cosas. Demasiadas versiones que oscilan desde las más absurdas, hasta las religiosas entre las cuales no faltan las personas que las relacionan con lo diabólico. En realidad, los Celtas fueron los que iniciaron estos festejos como una ceremonia para brindarle la bienvenida a lo nuevo, a la fortaleza de los cultivos y las cosechas. En aquella época, esa primitiva civilización bárbara pero espiritualmente avanzada festejaba año nuevo el primero de noviembre, comenzando la noche anterior. Cuentan algunas leyendas que en la noche de Samhain también se efectuaban sacrificios de sangre y encendían fogatas para mantener alejados a los espíritus que durante la noche regresaban a nuestro mundo a pedir alimentos o de lo contrario elegían a alguno de sus familiares para llevárselos antes del amanecer.

árbol sagrado de los Celtas
Las ofrendas con los gustos que habían tenido en vida sus seres queridos, se hicieron tradición para los supersticiosos (o quizá no tanto) habitantes, y durante esa noche no faltaban mesas con las comidas, golosinas, y objetos favoritos. Ese acuerdo que lograron entre los vivos y los muertos durante esa noche, aún perdura en la acostumbrada frase "Trick or Treat", que los niños dicen cuando golpean la puerta de las casas.  Esas costumbres paganas se mantuvieron puras hasta el dominio de los romanos, que ya tenían en esa fecha "Las fiestas de Pomona" dedicadas a la diosa de los árboles frutales. De ese modo comenzó la confusión y la ignorancia al mezclarse ambas fiestas paganas.


Imbolc, el invierno.


Cruz celta cristianizada.
Cuando el cristianismo se extendió, la iglesia no aceptó que las dos celebraciones (Pomona y Samhain) compartieran la misma fecha; mediante sus técnicas "convincentes", lucharon al principio contra ellos, asesinando a los Druidas, y de ese modo se perdieron muchas recetas curativas que algunos autores lograron rescatar.  Años más tarde, las fiestas se unificaron y fue Cristianizada. La fusión de esas ceremonias marcó el Primero de noviembre como "Día de Todos los Santos". En inglaterra bautizaron este día como "All Hallow Day" y la víspera, "All Hallow Even". Las contracciones del idioma inglés hicieron que pronto la noche del 31 de octubre fuera difundida como "All Hallow E'en" y al recorrer el mundo y asimilar las tradiciones de otros países, sumado al paso de los siglos, no faltó mucho tiempo para que ese término quedara simplificado en el vocablo: "Halloween" 



 Fueron los truhanes de la edad media quienes pusieron de moda los disfraces, aprovechando esas creencias. Vestidos de brujos y con máscaras cubriendo sus rostros, se aparecían en los caminos simulando ser espantos para cometer sus delitos con mas facilidad e impunidad; costumbres que aún se mantienen vigentes (los disfraces y la impunidad)



Jack-o-lantern, una leyenda irlandesa que se
suma a las tradiciones estadounidenses
Al principio era un repollo, Estados Unidos
cambió la tradición por una calabaza
En algún momento esas costumbres son conocidas en Estados Unidos de la mano de los pioneros para ser fortalecida y adoptada como propia cuando llegan los inmigrantes irlandeses en 1840. Ellos, le añaden la leyenda del sonriente "Jack-o-lantern" (la calabaza hueca con una vela encendida en su interior). Según esta leyenda, Jack (Juan) a quien le habían prohibido la entrada tanto al Cielo como también al Infierno, se paseaba con una linterna, regalo del Diablo, que era un repollo hueco con un carbón ardiente.
Los pioneros Estadounidenses fueron los primeros en tener la idea de remplazar el repollo por una calabaza porque era más fácil de ahuecar.





Halloween, la película taquillera de la década
del 80 que propulsó la tradición Celta en el mundo
Sin embargo, no se celebró masivamente hasta 1921. Ese año se organizó el primer desfile de Halloween en Minnesota.  En la década del 80 se conoció mundialmente a través del cine y las series de televisión; hasta la actualidad, fueron muchos los programas y películas que le dedicaron un espacio a la Noche de Brujas; incluso los famosos personajes de dibujos animados de todos los tiempos (Snoopy, Padre de Familia, o Los simpsons) también tuvieron sus festejos y nos legaron capítulos que hoy son clásicos; el arte pictórico y la música tampoco olvidaron el folklore Celta.


Los especiales de la Noche de Brujas de la
familia más famosa de la televisión, ya son clásicos. 

Disney le dedicó muchos personajes
e historias basadas en Halloween


Finalmente, "Halloween" pasaría de ser cristianizada a ser capitalizada, y hoy es una de las fiestas más comerciales del año (junto con Pascua y Navidad), y del mismo modo que a las fiestas navideñas se le asocian los colores rojo y verde en las vidrieras de los negocios de todo el mundo, durante el mes de octubre suele encontrarse una gama de productos asociados a la vulgarmente llamada "noche de brujas". Disfraces, calabazas, dibujos, Golosinas (todo por supuesto vendiéndose a un 60 % más caro que en otros meses del año) 






Son millones los productos que se venden en todo el mundo.
Una amplia variedad de disfraces y golosinas, son el deleite
de grandes y chicos
El monstruoso capitalismo, finalmente terminaría de convertir la calabaza sonriente y una hermosa tradición milenaria, en una patética imagen de marketing descendiéndola al mismo nivel de la Coca Cola, Marlboro y otras marcas consumistas.















Sin importar el paso de los siglos, siempre existirá Halloween mientras nuestras conciencias hagan perdurar las culturas y mitos raíces de las civilizaciones arcaicas. De ese modo, queda sepultado, mas por la ignorancia que por el tiempo, el verdadero significado de aquella lejana ceremonia que los Druidas (sacerdotes Celtas), hacían agradeciendo las cosechas y el fruto del trabajo anual del hombre, armonizándose con la naturaleza. Aunque pagana, es común destacar que la misma religión que la condenó de satánica, se comportó más sangrienta y diabólica al haber destruido el significado real de incontables culturas de la antiguedad.






30 de octubre de 2011

EL CICLO DE LAS ESTACIONES


Los rituales druidas tienen algo especial que las demás religiones sucesoras no toman en cuenta: El Awen, la inspiración que nos llega y nos permite convivir con todo el universo en total y completa armonía. 

El árbol sagrado
de la civilización Celta
El druidismo tenía forma de un gran roble cortado más tarde, por una cruz que ocupó su lugar. Sin embargo, un retoño nació de ese pedazo de roble en el bosque de las antiguas religiones olvidadas, y aunque ese árbol no nos dejó mucho terreno para indagar, siempre existirá un dato que ninguna religión que tenga menos de 3000 años, podrá negar o ni siquiera cambiar: seguimos evolucionando con la ayuda del tiempo.

La humanidad está despertando su conciencia en estos días, pero sólo podrá ser consciente de sus cambios en el futuro, cuando mire hacia atrás. 






Se perdió muchísimo conocimiento, a causa del geis (promesa o manda) de no dejar escritos sobre aquellos ritos y creencias, y lo que sabemos son escasos datos a través de leyendas, cuentos, y poemas que llegaron oralmente hasta nuestros días de generación en generación. Gracias a la inspiración de los Awen, tenemos escasos conocimientos de la enigmática civilización celta.

Representación de un posible ritual Druida
Los druidas formaban la jerarquía más alta de los celtas y les otorgaban privilegios, como por ejemplo tener la palabra primero que el rey porque eran considerados los más sabios, llegando a convertirse en sacerdotes que realizaban los rituales necesarios para su religión que tenía su base principalmente en la naturaleza y, por supuesto, en los elementales respectivos de cada estación.




Samhain era la ceremonia más importante. Encendían una gran hoguera después de haber apagado las otras; el simbolismo era entrar en contacto con el primer fuego del nuevo año, que purificaba el presente y mantenía lo viejo en el pasado. Durante esos días los ancestros de las familias visitaban a quienes se encontraban en este mundo, y estos a su vez les ofrecían banquete; época donde hacían alarde de sus más maravillosos cuentos y poemas, compitiendo unos con otros, pero lo que no se podía hacer en tiempos de Samhain era levantar armas, y el que lo hacía, merecía el peor de los castigos. 
Imbolc (la primavera), llegaba y durante esos días, la primera luz hacía retroceder la oscuridad de la época invernal. Significaba el comienzo de las actividades cotidianas del pueblo. 
Beltane, el triunfo de la luz sobre la oscuridad, el comienzo del verano, se iniciaba encendiendo dos fogatas entre las cuales pasaba el ganado, la gente como signo de purificación.
Lughnasadh, era el principio del otoño y tiempo de las cosechas; recibían con alegrías al dios Lugh.

Cruz en la cual se advierten los signos de la
civilización Celta, cubriendo el símbolo cristiano.
Con la llegada arrasante, soberbia e implacable del cristianismo, como era de esperarse y como ocurrió también con otras culturas que ellos dominaron a su paso, la mayoría de estas ceremonias se perdieron al obligar a un pueblo a abandonar sus creencias a cambio de salvar las vidas de sus mujeres y niños (un método efectivo de "evangelización"); pero si nos detenemos unos segundos a observar la arquitectura que se erigió durante la era cristianizada de la imponente civilización Celta, advertimos como la iglesia logró doblegar sus cuerpos no obstante, en su arte y en su creatividad se trasmite que sus espíritus se mantuvieron fuertemente fieles a sus creencias.

La Triqueta y el ciclo
sin fin de las estaciones
Cada cierto tiempo surgen los brotes de ese árbol sagrado de las religiones primarias o esotéricas, asomando en nuestro siglo para enseñarnos a recordar los valores de las verdaderas creencias. La más antigua aún mantiene su pureza (por la sencilla razón de que poco conocemos de ella) es el Druidismo, una religión en la que se respeta a los ancestros, ya en otros planos espirituales; a los ancianos, por su sabiduría; y a la naturaleza, por ser nuestro primer templo y hogar que nos vemos obligados a cuidar si deseamos que la raza humana sobreviva a través de nuestras futuras generaciones.

Uno de esos brotes que nos recuerdan que somos naturaleza, provenimos de la naturaleza y a ella nos volveremos a unir, es Halloween (ver próxima publicación). Esa ceremonia, olvidada durante mucho tiempo en algunos países, hoy es recuperada por distintas culturas en el mundo; rescatando, así, los orígenes y principios Celtas que nos contacta, internamente con lo mas profundo de nuestro espíritu y con los seres queridos que ya no están con nosotros en el plano físico; y externamente nos reconcilia con el macrocosmos y todas las jerarquías de los seres elementales, viviendo en cada uno de sus planos etéreos.

                                                                                                                                          Sergio J. Roda

ROUSSEAU VS HOBBES (RAP)

29 de octubre de 2011

AFORISMOS

"Las palabras Argentino e Ignorante se escriben con las mismas letras. Luchemos para que no se transformen en sinónimos"
             Domingo F. Sarmiento

SOBRE EL MITO DE ORFEO



Enrique Marcelo Aguirre

Plutarco nos cuenta que las Ménades que asesinaron a Orfeo fueron castigadas por sus maridos, que las dejaron marcadas con tatuajes en brazos y piernas. Otros dicen que los dioses, furiosos con ellas, iban a haberlas matado por sus faltas, pero Dionisio las castigó antes atándolas al suelo con raíces, convirtiéndolas en robles.
·         Cf. Robert Graves, Greek Mythology.
·         Cf. www.androphile.org


Orfeo es uno de los personajes de la literatura griega de gran influencia en diversas corrientes filosóficas y religioso-místicas de la Antigüedad.
Sobre lo relativo a su historicidad se extiende un oscuro manto de misterio e incertidumbre, comparable acaso a Pitágoras de Samos, a tal punto que es casi imposible saber si realmente existió y si enseñó o dijo lo que siglos de historia y tradición oral le atribuyeron.
Platón, por ejemplo, parece estar convencido de su existencia histórica, y su propio pensamiento, según numerosos críticos, no escapa a la influencia del llamado “orfismo”. Aristóteles, en cambio, afirma  que no existió el “poeta Orfeo”, aunque sí concedía valor histórico a antiguos poemas cosmogónicos a él atribuidos, que ponían a la Noche como el principio del mundo y los dioses [1].

Lo que no podemos negar es el matiz de sensibilidad artística (canto, poesía y música) que permanece como un atributo invariable de su mítica figura, testimonio de la particular influencia que ejerció sobre él su divina madre, la musa Calíope. Incluso en el alto Medioevo occidental, Tomás de Aquino interpretando alegóricamente su condición de músico-poeta-taumaturgo que “hace saltar las piedras con su lira”, lo considera como un gran orador que con sus palabras fue capaz de ablandar a los hombres más duros, y uno de los primeros en la Antigüedad que indujo a hombres solitarios y bestiales a convivir en común de modo civilizado [2].

En cuanto al contenido medular de la cosmogonía atribuida antiguamente a Orfeo, ocupan un lugar de relevancia las ideas de lo “nocturno” por un lado, y lo “solitario” por otro; y ambas parecen estar íntimamente relacionadas, tanto por las posibles etimologías del nombre del Poeta, como por los ritos mistéricos que desde aproximadamente el s. VI a.C fueron asociados al entonces naciente movimiento soteriológico-filosófico llamado “orfismo”. El nombre “Orfeo” puede derivarse:


1) del gr. orjow (orphóo) = privar, quitar; muy probablemente en relación a la compañía familiar: orjanoV (orphanós) = huérfano, abandonado de sus parientes más cercanos; de allí que también los vinculados a este movimiento hayan sido conocidos antiguamente como orjoi (órphoi) = los solitarios del sur de Italia [3]. En una segunda acepción, el nombre de nuestro personaje puede estar relacionado con la privación de otro género, de luz, de claridad diurna:
2) orjanioV (orphanáios) = oscuro, nocturno, sombrío. En tercer lugar, y esta vez más relacionado al rito esencial del Orfismo antiguo: la omofagia [4] —comida de carne cruda— practicado principalmente en la Magna Grecia, sur de Italia, podemos encontrar otro posible origen onomástico:
3) orjninoV (órphninos) = rojo oscuro, con plausible alusión a la carne y sangre rituales.

De alguna manera los tres mencionados sentidos del nombre de nuestro personaje están relacionados intrínsecamente con su mítica historia. Después de la muerte de su amada, Orfeo queda privado de su compañía y vaga solitario (1), incluso desciende a la gris tierra de los muertos, convirtiéndose con su oscura y sombría alma en duelo (2) en un valiente que enfrenta las potestades del inframundo con la esperanza de rescatar a su amada; y finalmente acaba sus días  bañado en su propia sangre,  despedazado vivo (3).
Si observamos a grandes rasgos el movimiento del tejido su “historia”, encontramos que todo parece girar en torno a la belleza y al amor. Orfeo lejos de ser un “blando” —a quien, por ser tal, los dioses del inframundo le mostraron un “fantasma de mujer” en vez de una real, como al parecer pensaba Platón [5]— demostró gran valentía no sólo al ir al frente de varias expediciones bélicas, sino sobre todo al enfrentar incluso a las potestades de la muerte para rescatar a su amada; pero hay algo que lo distingue, acercando su figura más al divino Apolo que al perfil del valiente bélico: su valor y virilidad no están expresadas como solía ser común en los héroes; el acometer de su virilidad no se canaliza por la fuerza física ni la espada, sino a través de la encantadora dulzura de su canto acompañado de la extática belleza de su música.

Su lira, regalo de Apolo, se ha convertido en el emblema de su figura. El término parece provenir del v. luw (lýo) = desatar, liberar. Con ella, se decía, Orfeo encantaba a las fieras y mitigaba la ira de sus enemigos y hasta la de los dioses del inframundo. Podemos pensar en nuestro personaje como aquel hombre que por medio de la belleza del arte musical libera a los hombres del dominio despótico de sus propias pasiones. En suma, Orfeo tocando la lira es símbolo de la armonía interior y del dominio de las pasiones; idea muy preciada desde antiguo y que parece estar ligada, según Jung, al cometido esencial de los ritos órficos [6]. Y a tal punto son inseparables, que incluso después de asesinado, su cabeza continuaba cantando junto a la lira, flotando ambas por río Hebros, término —de hbh (hébe)— que connota las ideas de vigor puberal, juventud y lozanía.
Este cuadro final parece sugerir icónicamente la síntesis entre la figura del “mártir” Orfeo y su lira con las ideas perennes de juventud e inmortalidad. La lira, al ser divinamente ascendida a los cielos y transformada en constelación de estrellas, se convierte así quizá en el “ideal” apolíneo de la ética griega, que consiste esencialmente en la “armonía interior” resultante de la racionalidad y el dominio de las pasiones, como requisito obligado para alcanzar la sabiduría y la “elevación del alma”; testigos elocuentes de ello son Pitágoras, Epicuro, Plotino.

Orfeo fue, paradójicamente, víctima del desenfreno de las pasiones de las Ménades. Estas mujeres pasaron del deseo a la ira, como producto del rechazo de Orfeo, mostrándose impasible a la belleza física y encantos de las muchachas, hiriendo así el orgullo femenino y desatando su mortal furia. El amor que profesó a su amada y esposa quedó vedado al alcance de cualquier otra mujer tras la prematura muerte de aquella, acaso muy idealizada [7], naturalmente, tras el vínculo matrimonial recientemente consumado. Lo cierto es que la perdió dos veces, en la tierra y en el inframundo, primero a causa de una serpiente, luego a causa de su error; lo cual no hizo sino agrandar su herida: Poenaque respectus et nunc manet, Orpheus, in te (y la pena de mirar hacia atrás, ahora, Orfeo, permanece en ti) [8].

Sin poder fijarse en otra mujer, buscó refugio y solaz como sacerdote en el templo de Apolo, en el ámbito de lo “sagrado”, término cuyas raíces —lat sacer;  gr. ag (ág), ana (aná) = arriba, por encima de— nos remiten a la idea de “lo elevado”, comúnmente vinculado a lo espiritual y divino, por encima de las cosas mundanas. Tras esta experiencia se opera en su interior no la pérdida del deseo sino la reorientación de éste hacia los muchachos. Y se erige en un “maestro” que enseñó a los hombres de la Tracia de su tiempo (s VI ac) el arte de amar a los muchachos, revelándoles que a través de ese amor se podía volver a sentir la juventud, tocar la inocencia de los años mozos, oler las flores de la primavera, como testimonia la leyenda. Orfeo no sólo supera el dolor por la muerte de su amada, sino que encuentra un “nuevo sendero” por el cual transitar este mundo, el amor de los muchachos, disfrutando de la belleza y del vigor de la vida. Aunque Orfeo tuvo muchos amantes, hubo un muchacho a quien amó con predilección, el hijo de Boreo (de boreas [bóreas] = viento del Norte), Clais, cuyo nombre (de klaiw [claío] = llorar) remite a la idea del llanto del cielo, la lluvia. Al parecer Clais se erige como representante del consuelo que finalmente encontró Orfeo tras el llanto y el duelo por su Eurídice. Mas el consuelo no duró mucho. Pronto las celosas y furiosas Ménades pondrían fin a la vida de Orfeo.

Su padre es un hombre a quien ninguna mujer mortal podía satisfacer, y su nombre (ra - agoV [ea – agrós] remite a la idea de un “campo antiguo, inmemorial”; su madre es una de las divinidades femeninas guardianes de los bosques, montañas y ríos, y su nombre (kaloV - opoi [kalós – hópoi]) remite a la idea de “bella guía para el camino”. En síntesis, nacido de la unión de Eagro y Calíope, Orfeo aparece así como el “fruto de lo natural, de la naturaleza”. Paradójicamente, una se sus asesinas le gritó airada “¡hombre antinatural!”, por haber cambiado la belleza y encantos femeninos por la belleza y el vigor de los hombres.
Mas siguiendo con el análisis de “lo natural” en Orfeo, no olvidemos un detalle: uno de sus padres no era un mortal. Su madre era una divinidad de los bosques, montañas y ríos. De modo que “lo natural” estaba presente en Orfeo, pero también algo de la esfera de “lo divino”, que lo hacía capaz de elevar su mirada por encima de la atracción meramente biológica ligada a la reproducción a partir de la copulación macho-hembra. La unión de los hombres, está ordenada no a la reproducción biológica, pero tampoco está condenada a la más absoluta “esterilidad”. Sino que se orienta a la fecundidad del amor por encima del plano meramente carnal y biológico. Este es el plano de la Philía o Amicitia, la amistad, el amor libre y desinteresado entre pares. De allí, ¿no es justo pensar que la homosexualidad corre el riesgo de ser un sinsentido si la unión sexual entre hombres no está fecundada con el amor de la amistad [9]? ¿Acaso no vale lo mismo para la relación entre un hombre y una mujer?...

Lo cierto es que las mujeres que pusieron fin a la vida de Orfeo no estuvieron movidas por al “amor” hacia él, sino más bien por la pasión —si se me permite— “desnaturalizada” que lleva a aniquilar al objeto del deseo. Acaso se mostraba así ser más natural el amor de Orfeo por Clais que no el monstruoso dominio ciego de los celos y odio de las Ménades que las llevaron a cometer una hybris (hybris = desmesura; la noción griega más cercana a la de peccatus). Finalmente los dioses, compensando tal hybris, hacen justicia convirtiendo a las desenfrenadas asesinas en robles (de rew [hréo] = acometer con poder; y del lat robur = rojo), testigos perennes de una “pasión” sangrienta.

Lic. Enrique Marcelo Aguirre  
Licenciado en Filosofia,
BsAs, agosto de 2007



[1] Cf. W. Jaeger, La teología de los primeros filósofos griegos, FCE, México, 19923; pp. 60ss.
[2] Cf. Thomae Aquinatis, In I De Anima, lect XII, n 13; versión electrónica, Inst. Regina Martyrum, Roma, 1992.
[3] Cf. P. B. Grenet, Historia de la filosofìa antigua, Herder, Barcelona, 19925; p. 24.
[4] Ibid.
[5] Cf. J. Lacán, Seminarios, VIII:  “La transferencia”, clase 3; versión electrónica, Folio Views 4.1, BsAs, 2002.
[6] Cf. C. G. Jung, Psicología y Alquimia, Plaza & Janes SA, Barcelona, 1971; III: “Las ideas de salvación en la Alquimia”, 3: “La obra”, Nota n 36.
[7] “La idealización es un proceso que tiene efecto en el objeto, engrandeciéndolo y elevándolo psíquicamente, sin transformar su naturaleza. La idealización puede producirse tanto en el terreno de la libido del yo como en el de la libido objetal”; S. Freud, Introducción al narcisismo, versión electrónica, Folio Views 4.1, BsAs, 2002.
[8] Cf. J. Lacán, Escritos, II.6 : “La juventud de Gide o la Letra y el Deseo”, cintando a Virgilio; versión electrónica, Folio Views 4.1, BsAs, 2002.
[9] Una relación homosexual sin amistad “es una relación aún sin forma: es decir la mera suma de todas las cosas a través de las cuáles uno y otro pueden darse placer. Es una de las concesiones que se les hace a los otros el no presentar la homosexualitdad sino bajo la forma de un placer inmediato, el de dos jóvenes que se encuentran en la calle, se seducen con una mirada, se ponen una mano en la grupa sintiendo un placer intenso un cuarto de hora. Se tiene aquí una especie de imagen simplista de la homosexualidad que pierde toda virtualidad por dos razones: ella responde a un canon asegurador de la belleza meramente externa y anula la camaradería, el compañerismo…”; Michel Foucault, Entrevistado por  R. de Ceccaty, J. Danet y Jean Le Bitoux, para la Rev. Gai Pied, N° 25, abril de 1981 [versión electrónica].

28 de octubre de 2011

EL MITO DE ORFEO


En tiempos antiguos, había un rey de Tracia llamado Eagro. Como las mujeres mortales no le satisfacían, se enamoró de la musa Calíope. De esa unión nació un niño, al que llamaron Orfeo. Calíope tenía el don divino de cantar, y se lo trasmitió con destreza a su hijo. Tan hermosos eran los cantos del niño, que Apolo le regaló una lira, la dulzura de sus notas conmovía a las piedras y amansaba las fieras encantando a todo ser vivo que la oía.

Un día, un heraldo le anunció que Jason estaba buscando tripulación para buscar el Vellocino de Oro. Interesado en la aventura se unió gustoso a los valientes Argonautas, utilizando su música para vencer muchas dificultades que surgieron en el camino; pero deseaba volver a Tracia, porque estaba enamorado de una bella doncella llamada Eurídice. No obstante, Eros no se mostró generoso con ellos: después de casarse, una víbora la mordió y murió al instante. Orfeo quedó inconsolable. Con su arpa tomó la senda de los espíritus de los muertos y descendió a los infiernos. En su camino, encantó con sortilegios a todos los guardianes hasta conseguir llegar a la morada de Hades. Intercedió ante Hades y Perséfone, a favor de Eurídice y juró que si no conseguía volver a la tierra con ella, permanecería en el mundo de los muertos para siempre. Sus corazones se ablandaron con los cantos de Orfeo, y los dioses del inframundo cedieron. Le dijeron que podían marchase juntos pero debería cumplir algunas reglas: su mujer caminaría detrás de él y durante el viaje de vuelta no miraría hacia atrás por ninguna razón o la perdería para siempre.

Cuando estaba a punto de volver a la superficie, giró para ver si su amada no se había perdido en la espesa niebla. Ella estaba detrás de él, pero aún no había llegado. Hermes, la regresó al mundo de Hades. Orfeo sólo tuvo un breve instante para levantar su velo y mirar su cara por última vez. 


Con el corazón destrozado, Orfeo no podía soportar mirar a otra mujer, y durante los tres años siguientes ministró como sacerdote en el templo de Apolo. Las muchachas seguían acosándolo, pero él las rechazaba. Su pasión era el amor por los hombres. Enseñó en Tracia el arte de amar y les reveló que, a través de ese amor, se podía volver a tocar la inocencia de la juventud.




Tuvo muchos amantes. El más destacado era el joven Calais, el alado hijo de Boreo, el viento del Norte, su amigo y compañero de viajes en la nave Argos, pero el destino había dispuesto que su amor por Calais tendría un final abrupto. A principios de una primavera, durante las fiestas dionisíacas, las mujeres de Tracia asumían el papel de Ménades, las alegres y desbocadas sirvientes de Dionisio, el dios del vino y de la pasión. Odiaban a Orfeo por haberlas rechazado. Cantó con tanta dulzura que incluso los pájaros callaron para escucharlo y los árboles se habían inclinado para oírlo mejor; cantaba a los dioses, a Zeus y Ganímedes, a Apolo y sus amantes, a los dioses que también perdieron a sus amados, atrapados por las garras de la Muerte.




Ausente en su música, nadie notó la presencia de las airadas Ménades en la linde del bosque. En un rapto de rabia, cayeron sobre él. “¿No tienes tiempo para nosotras, oh dulce y hermoso muchacho?” gritó una. “Nuestros cuerpos, nuestras voces, ¿no tienen el poder de encantarte, hombre antinatural?” gritó otra. “¡Conoce, pues, la furia de aquello que desprecias!” gritaron, y todas le pegaron con tramas de árboles hasta tirarlo al suelo; desgarraron su cuerpo en pedazos y echaron sus restos al río. Orfeo, el más encantador de los hombres, murió, pero su cabeza y su lira se alejaron flotando por el río Hebros, aún cantando, y siguieron navegando sin rumbo hasta llegar a la isla de Lesbos. En la orilla, una gran serpiente se precipitó sobre la prodigiosa cabeza para devorarla sin embargo, en el intento fue convertida en piedra por Apolo. Colocaron su cabeza en una gruta sagrada, donde profetizó durante muchos años. 


A petición de Apolo y sus Musas, su lira fue devuelta al Olimpo y Zeus le otorgó un espacio en el cielo, donde aún hoy puede contemplarse su constelación de estrellas. 





Mientras tanto, Orfeo se halló caminando nuevamente en el inframundo, esta vez para siempre, paseando feliz por sus Campos Elíseos, una vez más inseparable de su único amor, Eurídice.







27 de octubre de 2011

PERFIL PSICOLÓGICO DE HITLER


La Nación ‐14‐02.210

Un libro recientemente editado en los Estados Unidos revela que el jefe nazi padecía de numerosas dolencias físicas y psicológicas, pero que era consciente de sus actos.



NUEVA YORK (The New York Times).‐ 

Se dice a menudo que Adolf Hitler era un loco. Eso se debe en parte a que la mayoría de la gente se resiste a aceptar semejante grado de maldad como algo que no es sino consecuencia de una conducta psicótica. Sin embargo, hasta qué punto Hitler estaba "loco" y en qué medida el mal que hizo puede ser atribuido a una enfermedad, ya fuere física o mental, ha sido tema de controversia entre los historiadores.
En estos días, la publicación, por parte de la editorial Oxford University Press, de la primera biografía psicológica y médica integral del jefe nazi ("Hitler: el diagnóstico de un profeta destructivo") acaso encienda aún más el debate. 
Su autor, el doctor Fritz Redlich, neurólogo y psiquiatra, llegó a la conclusión de que aun cuando mostraba numerosos síntomas psiquiátricos, incluyendo una paranoia extrema, Hitler probablemente no haya estado mentalmente enfermo. "Los delirios paranoicos de Hitler podrían ser considerados un síntoma de trastorno mental, pero su personalidad funcionaba mayormente de una forma más que idónea. Hitler tenía conciencia de lo que hacía y optó por hacerlo con arrogancia", escribió Redlich. Cuando descubrió que había muy pocos estudios importantes acerca del estado de salud de Hitler, Redlich resolvió ir más allá y elaboró lo que da en llamar una "patografía" o "estudio de la vida y el temperamento de un individuo sobre la base de la influencia que en él ejercen las enfermedades". Una larga lista de los trastornos físicos padecidos por Hitler.
Solía tener severos espasmos abdominales y también vómitos, inflamación intestinal y constipación. A comienzos de los años ´30 se quejaba porque los oídos le zumbaban. Sufría de hipertensión, dolores de cabeza e insuficiencia cardíaca. Además tenía problemas en la vista. Después de resultar herido en la Primera Guerra Mundial por el efecto del gas mostaza, experimentó dos momentos de "ceguera" y en uno de ellos tuvo una reacción histérica. Años más tarde, Hitler describió el malestar ocular que sentía y la visión borrosa, "como si estuviera viendo las cosas a través de un tenue velo". Durante los últimos años de su vida, el jefe nazi padeció también mal de Parkinson.

El doctor Redlich agregó varios diagnósticos nuevos a la lista. Cree que Hitler probablemente haya tenido spina bifida occulta ‐una malformación hereditaria que provoca infecciones en la vejiga‐ e hipospadia, es decir, una malformación congénita de la uretra.
Redlich sostiene que si el jefe nazi tenía tantas anomalías, eso podría ayudar a explicar sus inhibiciones sexuales y el hecho de que se lavara las manos tantas veces, lo cual otros autores atribuyen a una obsesión
compulsiva de origen psíquico.
Al autor de la investigación opina también que Hitler probablemente haya sufrido de periarteritis, una enfermedad autoinmune relacionada con la inflamación de las arterias. "Esto explicaría sus dolores de cabeza y su problemas en la vista", precisa.
¿Era Hitler adicto a las drogas? Redlich piensa que no. "Sin duda, el doctor Morell le recetó anfetaminas, pero ésa era una práctica habitual en aquella época ‐señala‐. Pienso que tomaba drogas, pero no llegó a convertirse en un adicto, ya que cuando se dio cuenta de que eran nocivas dejó de tomarlas. Además, Hitler era abstemio."
"Ni los errores ni los crímenes cometidos por Hitler fueron provocados por una patología", insiste. Sin embargo, Redlich no se limita a analizar a Hitler desde el punto de vista físico. En la última parte del libro va más allá y se interna en la psiquis del jefe nazi.
El doctor Redlich considera que no se pueden evaluar correctamente los actos de Hitler sin tener en cuenta no sólo los hechos históricos, sino también la "realidad psicológica" del jefe nazi. Por ejemplo, Hitler creía que su padre era medio judío y que había muerto de sífilis. Esas creencias, según el autor del libro, acaso hayan afectado su comportamiento.

Según la teoría de Redlich, Hitler pudo haber pensado que sus anormalidades físicas ‐la hipospadia y la spina bifida occulta ‐ indicaban que había heredado la sífilis por el lado de su padre. Y la furia que sentía acaso haya alimentado su antisemitismo y su obsesión por la sífilis, a la que consideraba una "enfermedad judía", un tema que desarrolló a lo largo de diez páginas en su libro "Mein Kampf" ("Mi lucha").
Por supuesto, los indicadores de los rasgos característicos de Hitler en su madurez son abundantes, desde sus inhibiciones sexuales (Redlich escribió que tal vez el Führer nunca mantuvo relaciones sexuales con Eva Braun) hasta su fobia a las enfermedades, sus arranques de cólera, sus delirios y su convencimiento de que moriría a temprana edad (murió a los 56 años). El doctor Redlich enumera una serie de síntomas psiquiátricos ‐paranoia, narcisismo, angustia, depresión, hipocondría, por citar unos pocos‐ y encuentra evidencias de cada uno de ellos.
Sin embargo, llega a la conclusión de que asociar un diagnóstico psiquiátrico formal con el jefe nazi no es muy útil, y en última instancia describe a Hitler como un hombre que fue más que la suma de su patología y tuvo absolutamente conciencia de sus actos.

El doctor Fritz Redlich, de 88 años, es austríaco de origen judío. Estudió en Viena antes de la guerra y, perseguido por los nazis, huyó a los Estados Unidos en 1938. "Este libro es de alguna manera mi respuesta a Hitler", expresa.

Traducción de Luis Hugo Pressenda

A la melancolía - F. Nietzsche



No lo tomes a mal, Melancolia,
Que yo aguce la pluma en tu alabanza
E inclinando la frente pensativa,
Ardiendo en tus loores, yo me siente
Solitario en un tronco. ¡Tantas veces!
Tu me viste -era ayer, bien lo recuerdo-
Bañado en los fulgores matutinos
Del sol ardiente! Allá en el hondo valle
Graznaba el buitre de botín sediento ...
Es que soñaba en un cadáver yerto
Allá en el yerto tronco abandonado.

¡Ah, cómo te engañabas, ave tétrica,
Aun cuando yo, cual una momia, inmóvil,
Seguía allí en mi tronco! No veías
Mis ojos, no; los ojos que extasiados
Aquí y allá rodaban, fulgurantes
De altivez. Y por más que a tus sublimes
Alturas remontarse no podían,
Donde acceso las más lejanas nubes
No tienen, tanto más profundamente
En el abismo de la vida hundíanse
Para dejarlo todo iluminado
Con la divina luz de sus relámpagos.

Así sentado en medio las profundas
Soledades, pasaba yo las horas
Rudamente encorvado, a semejanza
Del bárbaro presente al sacrificio,
Pensando siempre en ti, Melancolía.
¡Tan joven todavía y penitente!
Así yo me gozaba en el magnífico
Vuelo del buitre, en el rodar tronante
De los aludes que la selva aplastan;
Y allí me hablabas tú, deidad que ignoras
La ruindad tan humana del engaño;
Allí me hablabas íntima y sincera
Aunque con faz severa, aterradora.

Y tú, ruda deidad, que del granito
Posees la firmeza, oh tú, mi amiga,
Gustas a mí cercana aparecerte;
Con gesto de amenaza tú me muestras
El siniestro volar del buitre hambriento
Y el desplomarse del alud gigante,
Deseoso de aplastarme. En torno mío
Respira jadeante y rechinando
Un anhelo feroz de sanguinaria
Crueldad, con un deseo obsesionante
De arrancar por doquier vida a zarpazos.
La solitaria flor por mariposas
Suspira tentadora allá en la peña.

Yo soy todo esto -siéntolo temblando-
Enamorada mariposa, dulce
Flor solitaria, el buitre carnicero
Y el arroyuelo helado y el terrible
Rugir de la borrasca -todo, todo
Para tu gloria y en tu prez perpetua;
Oh tú, diosa feroz, a quien postrado
Y humillada la frente, entre gemidos
Mi temerosa voz levanta un himno
Gimiente, suplicando me concedas
De vida, vida, vida, estar sediento
Súfreme ahora, oh tú, deidad maligna,
Que con gentiles rimas te corone.
Si tiembla todo aquel a quien te acercas,
Si se estremece aquel a quien alargas
La despiadada diestra, en tu presencia
Temblando balbuceo este mi canto
Y me estremezco en mis convulsos ritmos;
La tinta fluye, viva centellea
La aguda pluma; ahora oh, diosa, diosa,
Déjame libre y libre me gobierne.