31 de octubre de 2011
30 de octubre de 2011
EL CICLO DE LAS ESTACIONES
Los rituales druidas tienen algo especial que las demás religiones sucesoras no toman en cuenta: El Awen, la inspiración que nos
llega y nos permite convivir con todo el universo en total y completa armonía.
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El árbol sagrado de la civilización Celta |
La humanidad está despertando su conciencia en
estos días, pero sólo podrá ser consciente de sus cambios en el futuro, cuando mire hacia atrás.
Se perdió muchísimo conocimiento, a causa del geis (promesa o manda) de no dejar escritos sobre aquellos ritos y creencias, y lo que sabemos son escasos datos a través de leyendas, cuentos, y poemas que llegaron oralmente hasta nuestros días de generación en generación. Gracias a la inspiración de los Awen, tenemos escasos conocimientos de la enigmática civilización celta.
Se perdió muchísimo conocimiento, a causa del geis (promesa o manda) de no dejar escritos sobre aquellos ritos y creencias, y lo que sabemos son escasos datos a través de leyendas, cuentos, y poemas que llegaron oralmente hasta nuestros días de generación en generación. Gracias a la inspiración de los Awen, tenemos escasos conocimientos de la enigmática civilización celta.
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Representación de un posible ritual Druida |
Los druidas formaban la jerarquía más alta de los celtas y les otorgaban privilegios, como por ejemplo tener la palabra primero que el rey porque eran considerados los más sabios, llegando a convertirse en sacerdotes que realizaban los rituales necesarios para su religión que tenía su base principalmente en la naturaleza y, por supuesto, en los elementales respectivos de cada estación.
Samhain era la ceremonia más importante. Encendían una gran hoguera después de haber apagado las otras; el simbolismo era entrar en contacto con el primer fuego del nuevo año, que purificaba el presente y mantenía lo viejo en el pasado. Durante esos días los ancestros de las familias visitaban a quienes se encontraban en este mundo, y estos a su vez les ofrecían banquete; época donde hacían alarde de sus más maravillosos cuentos y poemas, compitiendo unos con otros, pero lo que no se podía hacer en tiempos de Samhain era levantar armas, y el que lo hacía, merecía el peor de los castigos.
Samhain era la ceremonia más importante. Encendían una gran hoguera después de haber apagado las otras; el simbolismo era entrar en contacto con el primer fuego del nuevo año, que purificaba el presente y mantenía lo viejo en el pasado. Durante esos días los ancestros de las familias visitaban a quienes se encontraban en este mundo, y estos a su vez les ofrecían banquete; época donde hacían alarde de sus más maravillosos cuentos y poemas, compitiendo unos con otros, pero lo que no se podía hacer en tiempos de Samhain era levantar armas, y el que lo hacía, merecía el peor de los castigos.
Imbolc (la primavera), llegaba y durante esos días, la primera luz hacía retroceder la oscuridad de la época invernal. Significaba el comienzo de las actividades cotidianas del pueblo.
Beltane,
el triunfo de la luz sobre la oscuridad, el comienzo del verano, se iniciaba encendiendo dos
fogatas entre las cuales pasaba el ganado, la gente como signo de
purificación.
Lughnasadh, era el principio del otoño y tiempo de las cosechas; recibían con alegrías al dios Lugh.
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Cruz en la cual se advierten los signos de la civilización Celta, cubriendo el símbolo cristiano. |
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La Triqueta y el ciclo sin fin de las estaciones |
Uno de esos brotes que nos recuerdan que somos naturaleza, provenimos de la naturaleza y a ella nos volveremos a unir, es Halloween (ver próxima publicación). Esa ceremonia, olvidada durante mucho tiempo en algunos países, hoy es recuperada por distintas culturas en el mundo; rescatando, así, los orígenes y principios Celtas que nos contacta, internamente con lo mas profundo de nuestro espíritu y con los seres queridos que ya no están con nosotros en el plano físico; y externamente nos reconcilia con el macrocosmos y todas las jerarquías de los seres elementales, viviendo en cada uno de sus planos etéreos.
Sergio J. Roda
29 de octubre de 2011
AFORISMOS
"Las palabras Argentino e Ignorante se escriben con las mismas letras. Luchemos para que no se transformen en sinónimos"
Domingo F. Sarmiento
Domingo F. Sarmiento
SOBRE EL MITO DE ORFEO
Enrique Marcelo Aguirre
Plutarco
nos cuenta que las Ménades que asesinaron a Orfeo fueron castigadas por sus
maridos, que las dejaron marcadas con tatuajes en brazos y piernas. Otros dicen
que los dioses, furiosos con ellas, iban a haberlas matado por sus faltas, pero Dionisio las castigó antes atándolas al suelo con raíces, convirtiéndolas en robles.
·
Cf. Robert
Graves, Greek Mythology.
·
Cf. www.androphile.org
Orfeo es
uno de los personajes de la literatura griega de gran influencia en
diversas corrientes filosóficas y religioso-místicas de la Antigüedad.
Sobre lo
relativo a su historicidad se extiende un oscuro manto de misterio e
incertidumbre, comparable acaso a Pitágoras de Samos, a tal punto que es casi
imposible saber si realmente existió y si enseñó o dijo lo que siglos de
historia y tradición oral le atribuyeron.
Platón,
por ejemplo, parece estar convencido de su existencia histórica, y su propio
pensamiento, según numerosos críticos, no escapa a la influencia del llamado
“orfismo”. Aristóteles, en cambio, afirma
que no existió el “poeta Orfeo”, aunque sí concedía valor histórico a
antiguos poemas cosmogónicos a él atribuidos, que ponían a la Noche como el principio del
mundo y los dioses [1].
Lo que no
podemos negar es el matiz de sensibilidad artística (canto, poesía y música)
que permanece como un atributo invariable de su mítica figura, testimonio de la
particular influencia que ejerció sobre él su divina madre, la musa Calíope.
Incluso en el alto Medioevo occidental, Tomás de Aquino interpretando
alegóricamente su condición de músico-poeta-taumaturgo que “hace saltar las
piedras con su lira”, lo considera como un gran orador que con sus palabras fue
capaz de ablandar a los hombres más duros, y uno de los primeros en la Antigüedad que indujo a
hombres solitarios y bestiales a convivir en común de modo civilizado [2].
En cuanto
al contenido medular de la cosmogonía atribuida antiguamente a Orfeo, ocupan un
lugar de relevancia las ideas de lo “nocturno” por un lado, y lo “solitario”
por otro; y ambas parecen estar íntimamente relacionadas, tanto por las
posibles etimologías del nombre del Poeta, como por los ritos mistéricos que
desde aproximadamente el s. VI a.C fueron asociados al entonces naciente
movimiento soteriológico-filosófico llamado “orfismo”. El nombre “Orfeo” puede
derivarse:
1) del gr. orjow (orphóo) = privar, quitar; muy probablemente en relación a la compañía familiar: orjanoV (orphanós) = huérfano, abandonado de sus parientes más cercanos; de allí que también los vinculados a este movimiento hayan sido conocidos antiguamente como orjoi (órphoi) = los solitarios del sur de Italia [3]. En una segunda acepción, el nombre de nuestro personaje puede estar relacionado con la privación de otro género, de luz, de claridad diurna:
2) orjanioV (orphanáios) = oscuro, nocturno, sombrío. En tercer lugar, y esta vez más relacionado al rito esencial del Orfismo antiguo: la omofagia [4] —comida de carne cruda— practicado principalmente enla Magna Grecia , sur de
Italia, podemos encontrar otro posible origen onomástico:
3) orjninoV (órphninos) = rojo oscuro, con plausible alusión a la carne y sangre rituales.
1) del gr. orjow (orphóo) = privar, quitar; muy probablemente en relación a la compañía familiar: orjanoV (orphanós) = huérfano, abandonado de sus parientes más cercanos; de allí que también los vinculados a este movimiento hayan sido conocidos antiguamente como orjoi (órphoi) = los solitarios del sur de Italia [3]. En una segunda acepción, el nombre de nuestro personaje puede estar relacionado con la privación de otro género, de luz, de claridad diurna:
2) orjanioV (orphanáios) = oscuro, nocturno, sombrío. En tercer lugar, y esta vez más relacionado al rito esencial del Orfismo antiguo: la omofagia [4] —comida de carne cruda— practicado principalmente en
3) orjninoV (órphninos) = rojo oscuro, con plausible alusión a la carne y sangre rituales.
De alguna
manera los tres mencionados sentidos del nombre de nuestro personaje están
relacionados intrínsecamente con su mítica historia. Después de la muerte de su
amada, Orfeo queda privado de su
compañía y vaga solitario (1),
incluso desciende a la gris tierra de los muertos, convirtiéndose con su oscura y sombría alma en duelo (2)
en un valiente que enfrenta las potestades del inframundo con la esperanza de
rescatar a su amada; y finalmente acaba sus días bañado en su propia sangre, despedazado vivo (3).
Si
observamos a grandes rasgos el movimiento del tejido su “historia”, encontramos
que todo parece girar en torno a la belleza y al amor. Orfeo lejos de ser un
“blando” —a quien, por ser tal, los dioses del inframundo le mostraron un
“fantasma de mujer” en vez de una real, como al parecer pensaba Platón [5]—
demostró gran valentía no sólo al ir al frente de varias expediciones bélicas,
sino sobre todo al enfrentar incluso a las potestades de la muerte para
rescatar a su amada; pero hay algo que lo distingue, acercando su figura más al
divino Apolo que al perfil del valiente bélico: su valor y virilidad no están
expresadas como solía ser común en los héroes; el acometer de su virilidad no
se canaliza por la fuerza física ni la espada, sino a través de la encantadora
dulzura de su canto acompañado de la extática belleza de su música.
Su lira,
regalo de Apolo, se ha convertido en el emblema de su figura. El término parece
provenir del v. luw (lýo) = desatar, liberar. Con ella, se
decía, Orfeo encantaba a las fieras y mitigaba la ira de sus enemigos y hasta
la de los dioses del inframundo. Podemos pensar en nuestro personaje como aquel
hombre que por medio de la belleza del arte musical libera a los hombres del
dominio despótico de sus propias pasiones. En suma, Orfeo tocando la lira es
símbolo de la armonía interior y del dominio de las pasiones; idea muy preciada
desde antiguo y que parece estar ligada, según Jung, al cometido esencial de
los ritos órficos [6]. Y a tal punto son
inseparables, que incluso después de asesinado, su cabeza continuaba cantando
junto a la lira, flotando ambas por río Hebros, término —de hbh (hébe)— que connota las ideas de vigor
puberal, juventud y lozanía.
Este
cuadro final parece sugerir icónicamente la síntesis entre la figura del
“mártir” Orfeo y su lira con las ideas perennes de juventud e inmortalidad. La
lira, al ser divinamente ascendida a los cielos y transformada en constelación
de estrellas, se convierte así quizá en el “ideal” apolíneo de la ética griega,
que consiste esencialmente en la “armonía interior” resultante de la
racionalidad y el dominio de las pasiones, como requisito obligado para
alcanzar la sabiduría y la “elevación del alma”; testigos elocuentes de ello
son Pitágoras, Epicuro, Plotino.
Orfeo fue,
paradójicamente, víctima del desenfreno de las pasiones de las Ménades. Estas
mujeres pasaron del deseo a la ira, como producto del rechazo de Orfeo,
mostrándose impasible a la belleza física y encantos de las muchachas, hiriendo
así el orgullo femenino y desatando su mortal furia. El amor que profesó a su
amada y esposa quedó vedado al alcance de cualquier otra mujer tras la prematura
muerte de aquella, acaso muy idealizada [7],
naturalmente, tras el vínculo matrimonial recientemente consumado. Lo cierto es
que la perdió dos veces, en la tierra y en el inframundo, primero a causa de
una serpiente, luego a causa de su error; lo cual no hizo sino agrandar su
herida: Poenaque respectus et nunc manet,
Orpheus, in te (y la pena de mirar hacia atrás, ahora, Orfeo, permanece en
ti) [8].
Sin poder
fijarse en otra mujer, buscó refugio y solaz como sacerdote en el templo de
Apolo, en el ámbito de lo “sagrado”, término cuyas raíces —lat sacer; gr. ag (ág), ana (aná) = arriba, por encima de— nos
remiten a la idea de “lo elevado”, comúnmente vinculado a lo espiritual y divino,
por encima de las cosas mundanas. Tras esta experiencia se opera en su interior
no la pérdida del deseo sino la reorientación de éste hacia los muchachos. Y se
erige en un “maestro” que enseñó a los hombres de la Tracia de su tiempo (s VI
ac) el arte de amar a los muchachos, revelándoles que a través de ese amor se
podía volver a sentir la juventud, tocar la inocencia de los años mozos, oler
las flores de la primavera, como testimonia la leyenda. Orfeo no sólo supera el
dolor por la muerte de su amada, sino que encuentra un “nuevo sendero” por el
cual transitar este mundo, el amor de los muchachos, disfrutando de la belleza
y del vigor de la vida. Aunque Orfeo tuvo muchos amantes, hubo un muchacho a
quien amó con predilección, el hijo de Boreo (de boreas [bóreas] = viento del Norte), Clais, cuyo
nombre (de klaiw [claío] = llorar) remite a la idea del
llanto del cielo, la lluvia. Al parecer Clais se erige como representante del
consuelo que finalmente encontró Orfeo tras el llanto y el duelo por su
Eurídice. Mas el consuelo no duró mucho. Pronto las celosas y furiosas Ménades
pondrían fin a la vida de Orfeo.
Su padre
es un hombre a quien ninguna mujer mortal podía satisfacer, y su nombre (ra - agoV [ea – agrós] remite a la idea de un
“campo antiguo, inmemorial”; su madre es una de las divinidades femeninas
guardianes de los bosques, montañas y ríos, y su nombre (kaloV - opoi [kalós – hópoi]) remite a la idea de
“bella guía para el camino”. En síntesis, nacido de la unión de Eagro y
Calíope, Orfeo aparece así como el
“fruto de lo natural, de la naturaleza”. Paradójicamente, una se sus asesinas
le gritó airada “¡hombre antinatural!”, por haber cambiado la belleza y
encantos femeninos por la belleza y el vigor de los hombres.
Mas
siguiendo con el análisis de “lo natural” en Orfeo, no olvidemos un detalle:
uno de sus padres no era un mortal. Su madre era una divinidad de los bosques,
montañas y ríos. De modo que “lo natural” estaba presente en Orfeo, pero
también algo de la esfera de “lo divino”, que lo hacía capaz de elevar su
mirada por encima de la atracción meramente biológica ligada a la reproducción
a partir de la copulación macho-hembra. La unión de los hombres, está ordenada
no a la reproducción biológica, pero tampoco está condenada a la más absoluta
“esterilidad”. Sino que se orienta a la fecundidad del amor por encima del
plano meramente carnal y biológico. Este es el plano de la Philía o Amicitia,
la amistad, el amor libre y desinteresado entre pares. De allí, ¿no es justo
pensar que la homosexualidad corre el riesgo de ser un sinsentido si la unión
sexual entre hombres no está fecundada con el amor de la amistad [9]?
¿Acaso no vale lo mismo para la relación entre un hombre y una mujer?...
Lo cierto
es que las mujeres que pusieron fin a la vida de Orfeo no estuvieron movidas
por al “amor” hacia él, sino más bien por la pasión —si se me permite—
“desnaturalizada” que lleva a aniquilar al objeto del deseo. Acaso se mostraba
así ser más natural el amor de Orfeo por Clais que no el monstruoso dominio
ciego de los celos y odio de las Ménades que las llevaron a cometer una hybris (hybris = desmesura; la noción griega más
cercana a la de peccatus).
Finalmente los dioses, compensando tal hybris,
hacen justicia convirtiendo a las desenfrenadas asesinas en robles (de rew [hréo] = acometer con poder; y del lat robur = rojo), testigos perennes de una
“pasión” sangrienta.
Lic. Enrique Marcelo Aguirre
Licenciado
en Filosofia,
BsAs,
agosto de 2007
[1] Cf. W. Jaeger, La
teología de los primeros filósofos griegos, FCE, México, 19923;
pp. 60ss.
[2] Cf. Thomae Aquinatis, In I De Anima, lect XII, n 13; versión electrónica, Inst. Regina Martyrum, Roma, 1992.
[3] Cf. P. B. Grenet, Historia
de la filosofìa antigua, Herder, Barcelona, 19925; p. 24.
[4] Ibid.
[5] Cf. J. Lacán, Seminarios,
VIII: “La transferencia”, clase 3;
versión electrónica, Folio Views 4.1, BsAs, 2002.
[6] Cf. C. G. Jung, Psicología
y Alquimia, Plaza & Janes SA, Barcelona, 1971; III: “Las ideas de
salvación en la Alquimia ”,
3: “La obra”, Nota n 36.
[7] “La idealización es un proceso que tiene efecto en el
objeto, engrandeciéndolo y elevándolo psíquicamente, sin transformar su
naturaleza. La idealización puede producirse tanto en el terreno de la libido
del yo como en el de la libido objetal”; S. Freud, Introducción al narcisismo, versión electrónica, Folio Views 4.1,
BsAs, 2002.
[8] Cf. J. Lacán, Escritos,
II.6 : “La juventud de Gide o la Letra y el Deseo”, cintando a Virgilio; versión
electrónica, Folio Views 4.1, BsAs, 2002.
[9] Una relación homosexual sin amistad “es una relación
aún sin forma: es decir la mera suma de todas las cosas a través de las cuáles
uno y otro pueden darse placer. Es una de las concesiones que se les hace a los
otros el no presentar la homosexualitdad sino bajo la forma de un placer
inmediato, el de dos jóvenes que se encuentran en la calle, se seducen con una
mirada, se ponen una mano en la grupa sintiendo un placer intenso un cuarto de
hora. Se tiene aquí una especie de imagen simplista de la homosexualidad que
pierde toda virtualidad por dos razones: ella responde a un canon asegurador de
la belleza meramente externa y anula la camaradería, el compañerismo…”; Michel
Foucault, Entrevistado por R. de
Ceccaty, J. Danet y Jean Le Bitoux, para la Rev. Gai
Pied, N° 25, abril de 1981 [versión
electrónica].
28 de octubre de 2011
EL MITO DE ORFEO
En tiempos
antiguos, había un rey de Tracia llamado Eagro. Como las mujeres mortales no le
satisfacían, se enamoró de la musa Calíope. De esa unión nació un niño, al que llamaron Orfeo. Calíope tenía el don divino de cantar, y se lo trasmitió con destreza a su hijo. Tan hermosos eran los cantos
del niño, que Apolo le regaló una lira, la dulzura de sus notas conmovía a las piedras y amansaba las fieras encantando a todo ser vivo que la oía.
Un día, un heraldo le anunció que Jason estaba buscando tripulación para buscar el Vellocino de Oro. Interesado en la aventura se unió gustoso a los valientes Argonautas, utilizando su música para vencer muchas dificultades que surgieron en el camino; pero deseaba volver a Tracia,
porque estaba enamorado de una bella doncella llamada Eurídice. No
obstante, Eros no se mostró generoso con ellos: después de casarse, una víbora la mordió y murió al instante. Orfeo quedó inconsolable. Con su arpa tomó la senda de los espíritus de
los muertos y descendió a los infiernos. En su
camino, encantó con sortilegios a todos los guardianes hasta conseguir llegar
a la morada de Hades. Intercedió ante Hades y
Perséfone, a favor de Eurídice y juró que si no conseguía volver a la tierra
con ella, permanecería en el mundo de los muertos para siempre. Sus corazones
se ablandaron con los cantos de Orfeo, y los dioses del inframundo cedieron. Le dijeron que podían marchase juntos pero debería cumplir algunas reglas: su mujer caminaría detrás de él y durante el viaje de vuelta no miraría hacia atrás por ninguna razón o la perdería para siempre.

Con el corazón destrozado, Orfeo no podía soportar mirar a otra mujer, y durante los tres años siguientes ministró como sacerdote en el templo de Apolo. Las muchachas seguían acosándolo, pero él las rechazaba. Su pasión era el amor por los hombres. Enseñó en
Tuvo muchos amantes. El más destacado era el joven Calais, el alado hijo de Boreo, el viento del Norte, su amigo y compañero de viajes en la nave Argos, pero el destino había dispuesto que su amor por Calais tendría un final abrupto. A principios de una primavera, durante las fiestas dionisíacas, las mujeres de

A petición de Apolo y sus Musas, su lira fue devuelta al Olimpo y Zeus le otorgó un espacio en el cielo, donde aún hoy puede contemplarse su constelación de estrellas.
27 de octubre de 2011
PERFIL PSICOLÓGICO DE HITLER
La Nación ‐14‐02.210
Un libro recientemente editado en los Estados Unidos revela que el jefe nazi padecía de numerosas dolencias físicas y psicológicas, pero que era consciente de sus actos.
Se dice a menudo que Adolf Hitler era un loco. Eso se debe en parte a que la mayoría de la gente se resiste a aceptar semejante grado de maldad como algo que no es sino consecuencia de una conducta psicótica. Sin embargo, hasta qué punto Hitler estaba "loco" y en qué medida el mal que hizo puede ser atribuido a una enfermedad, ya fuere física o mental, ha sido tema de controversia entre los historiadores.
En estos días, la publicación, por parte de la editorial Oxford University Press, de la primera biografía psicológica y médica integral del jefe nazi ("Hitler: el diagnóstico de un profeta destructivo") acaso encienda aún más el debate.
Su autor, el doctor Fritz Redlich, neurólogo y psiquiatra, llegó a la conclusión de que aun cuando mostraba numerosos síntomas psiquiátricos, incluyendo una paranoia extrema, Hitler probablemente no haya estado mentalmente enfermo. "Los delirios paranoicos de Hitler podrían ser considerados un síntoma de trastorno mental, pero su personalidad funcionaba mayormente de una forma más que idónea. Hitler tenía conciencia de lo que hacía y optó por hacerlo con arrogancia", escribió Redlich. Cuando descubrió que había muy pocos estudios importantes acerca del estado de salud de Hitler, Redlich resolvió ir más allá y elaboró lo que da en llamar una "patografía" o "estudio de la vida y el temperamento de un individuo sobre la base de la influencia que en él ejercen las enfermedades". Una larga lista de los trastornos físicos padecidos por Hitler.
Solía tener severos espasmos abdominales y también vómitos, inflamación intestinal y constipación. A comienzos de los años ´30 se quejaba porque los oídos le zumbaban. Sufría de hipertensión, dolores de cabeza e insuficiencia cardíaca. Además tenía problemas en la vista. Después de resultar herido en la Primera Guerra Mundial por el efecto del gas mostaza, experimentó dos momentos de "ceguera" y en uno de ellos tuvo una reacción histérica. Años más tarde, Hitler describió el malestar ocular que sentía y la visión borrosa, "como si estuviera viendo las cosas a través de un tenue velo". Durante los últimos años de su vida, el jefe nazi padeció también mal de Parkinson.
Solía tener severos espasmos abdominales y también vómitos, inflamación intestinal y constipación. A comienzos de los años ´30 se quejaba porque los oídos le zumbaban. Sufría de hipertensión, dolores de cabeza e insuficiencia cardíaca. Además tenía problemas en la vista. Después de resultar herido en la Primera Guerra Mundial por el efecto del gas mostaza, experimentó dos momentos de "ceguera" y en uno de ellos tuvo una reacción histérica. Años más tarde, Hitler describió el malestar ocular que sentía y la visión borrosa, "como si estuviera viendo las cosas a través de un tenue velo". Durante los últimos años de su vida, el jefe nazi padeció también mal de Parkinson.
El doctor Redlich agregó varios diagnósticos nuevos a la lista. Cree que Hitler probablemente haya tenido spina bifida occulta ‐una malformación hereditaria que provoca infecciones en la vejiga‐ e hipospadia, es decir, una malformación congénita de la uretra.
Redlich sostiene que si el jefe nazi tenía tantas anomalías, eso podría ayudar a explicar sus inhibiciones sexuales y el hecho de que se lavara las manos tantas veces, lo cual otros autores atribuyen a una obsesión
compulsiva de origen psíquico.
Al autor de la investigación opina también que Hitler probablemente haya sufrido de periarteritis, una enfermedad autoinmune relacionada con la inflamación de las arterias. "Esto explicaría sus dolores de cabeza y su problemas en la vista", precisa.
¿Era Hitler adicto a las drogas? Redlich piensa que no. "Sin duda, el doctor Morell le recetó anfetaminas, pero ésa era una práctica habitual en aquella época ‐señala‐. Pienso que tomaba drogas, pero no llegó a convertirse en un adicto, ya que cuando se dio cuenta de que eran nocivas dejó de tomarlas. Además, Hitler era abstemio."
"Ni los errores ni los crímenes cometidos por Hitler fueron provocados por una patología", insiste. Sin embargo, Redlich no se limita a analizar a Hitler desde el punto de vista físico. En la última parte del libro va más allá y se interna en la psiquis del jefe nazi.
El doctor Redlich considera que no se pueden evaluar correctamente los actos de Hitler sin tener en cuenta no sólo los hechos históricos, sino también la "realidad psicológica" del jefe nazi. Por ejemplo, Hitler creía que su padre era medio judío y que había muerto de sífilis. Esas creencias, según el autor del libro, acaso hayan afectado su comportamiento.
Según la teoría de Redlich, Hitler pudo haber pensado que sus anormalidades físicas ‐la hipospadia y la spina bifida occulta ‐ indicaban que había heredado la sífilis por el lado de su padre. Y la furia que sentía acaso haya alimentado su antisemitismo y su obsesión por la sífilis, a la que consideraba una "enfermedad judía", un tema que desarrolló a lo largo de diez páginas en su libro "Mein Kampf" ("Mi lucha").
Por supuesto, los indicadores de los rasgos característicos de Hitler en su madurez son abundantes, desde sus inhibiciones sexuales (Redlich escribió que tal vez el Führer nunca mantuvo relaciones sexuales con Eva Braun) hasta su fobia a las enfermedades, sus arranques de cólera, sus delirios y su convencimiento de que moriría a temprana edad (murió a los 56 años). El doctor Redlich enumera una serie de síntomas psiquiátricos ‐paranoia, narcisismo, angustia, depresión, hipocondría, por citar unos pocos‐ y encuentra evidencias de cada uno de ellos.
Por supuesto, los indicadores de los rasgos característicos de Hitler en su madurez son abundantes, desde sus inhibiciones sexuales (Redlich escribió que tal vez el Führer nunca mantuvo relaciones sexuales con Eva Braun) hasta su fobia a las enfermedades, sus arranques de cólera, sus delirios y su convencimiento de que moriría a temprana edad (murió a los 56 años). El doctor Redlich enumera una serie de síntomas psiquiátricos ‐paranoia, narcisismo, angustia, depresión, hipocondría, por citar unos pocos‐ y encuentra evidencias de cada uno de ellos.
Sin embargo, llega a la conclusión de que asociar un diagnóstico psiquiátrico formal con el jefe nazi no es muy útil, y en última instancia describe a Hitler como un hombre que fue más que la suma de su patología y tuvo absolutamente conciencia de sus actos.
El doctor Fritz Redlich, de 88 años, es austríaco de origen judío. Estudió en Viena antes de la guerra y, perseguido por los nazis, huyó a los Estados Unidos en 1938. "Este libro es de alguna manera mi respuesta a Hitler", expresa.
Traducción de Luis Hugo Pressenda
A la melancolía - F. Nietzsche
No lo tomes a mal,
Melancolia,
Que yo aguce la pluma en tu
alabanza
E inclinando la frente
pensativa,
Ardiendo en tus loores, yo
me siente
Solitario en un tronco.
¡Tantas veces!
Tu me viste -era ayer, bien
lo recuerdo-
Bañado en los fulgores
matutinos
Del sol ardiente! Allá en
el hondo valle
Graznaba el buitre de botín
sediento ...
Es que soñaba en un cadáver
yerto
Allá en el yerto tronco
abandonado.
¡Ah, cómo te engañabas, ave
tétrica,
Aun cuando yo, cual una
momia, inmóvil,
Seguía allí en mi tronco!
No veías
Mis ojos, no; los ojos que
extasiados
Aquí y allá rodaban,
fulgurantes
De altivez. Y por más que a
tus sublimes
Alturas remontarse no
podían,
Donde acceso las más
lejanas nubes
No tienen, tanto más
profundamente
En el abismo de la vida
hundíanse
Para dejarlo todo
iluminado
Con la divina luz de sus
relámpagos.
Así sentado en medio las
profundas
Soledades, pasaba yo las
horas
Rudamente encorvado, a
semejanza
Del bárbaro presente al
sacrificio,
Pensando siempre en ti,
Melancolía.
¡Tan joven todavía y
penitente!
Así yo me gozaba en el
magnífico
Vuelo del buitre, en el
rodar tronante
De los aludes que la selva
aplastan;
Y allí me hablabas tú,
deidad que ignoras
La ruindad tan humana del
engaño;
Allí me hablabas íntima y
sincera
Aunque con faz severa,
aterradora.
Y tú, ruda deidad, que del
granito
Posees la firmeza, oh tú,
mi amiga,
Gustas a mí cercana
aparecerte;
Con gesto de amenaza tú me
muestras
El siniestro volar del
buitre hambriento
Y el desplomarse del alud
gigante,
Deseoso de aplastarme. En
torno mío
Respira jadeante y
rechinando
Un anhelo feroz de
sanguinaria
Crueldad, con un deseo
obsesionante
De arrancar por doquier vida a zarpazos.
La solitaria flor por mariposas
Suspira tentadora allá en
la peña.
Yo soy todo esto -siéntolo
temblando-
Enamorada mariposa,
dulce
Flor solitaria, el buitre
carnicero
Y el arroyuelo helado y el
terrible
Rugir de la borrasca -todo,
todo
Para tu gloria y en tu prez
perpetua;
Oh tú, diosa feroz, a quien
postrado
Y humillada la frente,
entre gemidos
Mi temerosa voz levanta un
himno
Gimiente, suplicando me
concedas
De vida, vida, vida, estar
sediento
Súfreme ahora, oh tú,
deidad maligna,
Que con gentiles rimas te
corone.
Si tiembla todo aquel a
quien te acercas,
Si se estremece aquel a
quien alargas
La despiadada diestra, en
tu presencia
Temblando balbuceo este mi
canto
Y me estremezco en mis
convulsos ritmos;
La tinta fluye, viva
centellea
La aguda pluma; ahora oh,
diosa, diosa,
Déjame libre y libre me
gobierne.
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